Smartphone: ¿trampa o trampolín?

En este artículo te contaré de mi relación más tóxica, la que tengo con mi smartphone, y de como esa toxicidad me llevó a publicar mi primer libro. Toma unos minutos de tu tiempo para leer, tal vez aprendas algo nuevo, y sino, al menos leíste por unos minutos.

9/5/20247 min read

a man riding a skateboard down the side of a ramp
a man riding a skateboard down the side of a ramp

Hace unos días publiqué un artículo en este mismo blog sobre mi primer libro Siete Sombras, de donde salió la idea y cómo llegó a ser una realidad.

Precisamente en uno de esos puntos, aclaré la lucha constante que tuve con mi teléfono celular y el porqué una cosa tiene que ver con la otra. En estas líneas voy a aclarar más este tema, sobre lo que pienso de los smartphones y cómo convivo día a día con algo que puede ser, una trampa o un trampolín, no sin antes como es costumbre, agradecerte por dedicarme unos minutos de tu tiempo en leer estas líneas.

A la fecha de publicación de este artículo, tengo 34 años, muy bien vividos. Si rondas una edad parecida a la mía, es muy probable que entiendas y te sientas identificado en gran medida sobre lo que voy a contar. Viví una época de cambio paulatino. En mi infancia era inconcebible la idea de tener un teléfono celular, primero por el costo de aquellos primeros Nokia enormes y cuadrados, y segundo, porque para adquirir una línea telefónica, al menos en Costa Rica; debías de anotarte en una lista de espera, que podía tardar meses hasta que fueras uno de los afortunados llamado por la única empresa gubernamental que tenía esta disponibilidad. Si eres más joven que yo, tal vez esto te parezca extraño, ya que ahora debes de quitarte a las personas en la calle ofreciéndote minutos de tiempo, paquetes de datos (en otras palabras, te pagan por adquirir su línea).

En mi juventud no había grupos de WhatsApp, videos, redes sociales, o bueno, sí existían pero no eran muy populares, nadie se daba cuenta de lo que hacían los más “chic” de tu colegio un fin de semana, y nadie se enteraba de lo que tu hacías, llámame nostálgico, pero extraño esas épocas. En gran parte tuvimos suerte de no tener ese tipo de tecnología, ya que como todo joven, nosotros también hacíamos ciertas estupideces de las que no estamos orgullosos, pero a diferencia de hoy en día, no hay evidencia de nada de esto.

Conforme pasaron los años, la vida virtual se fue volviendo más y más sencilla de adquirir y de convivir con ella. Las primeras redes sociales como Hi5 fueron abriendo trecho, pero quedaron en el olvido, cuando ni siquiera se manejaba el concepto de red social. Solo ciertas personas entendían estos términos del momento, y los primeros con smartphone de mi colegio, hablaban sobre Facebook, algo aún desconocido para la mayoría. Aunque no creas que no nos divertíamos virtualmente, claro que veíamos “memes” y “reels”, pero no se llamaban así, se llamaban imágenes y videítos que nos compartíamos mediante presentaciones de PowerPoint, por correo electrónico donde dependiendo de su tamaño, así sería la espera para realizar la descarga.

Hoy adquirir satisfacción inmediata, es muy sencillo. Solo debes tener Facebook, Instagram, Tik-Tok, X; no sé, cualquiera que sea la red social del momento y tendrás millones de videos, imágenes, noticias, datos curiosos y lo que desees a tu alcance, con tal de distraer tu cajita de pensamientos y ahí fue donde precisamente caí yo.

El día que decidí que debía dejar de utilizar tanto mi teléfono celular, fue cuando como de costumbre, lo puse a cargar durante toda la noche, me levanté temprano al día siguiente, desayuné viendo reels, pasé el día en la sala de mi casa viendo reels, almorcé a medio día viendo reels y solamente dejé de hacerlo alrededor de las cuatro de la tarde, cuando un pequeño pitido emitido por esa misma ventana endemoniada, me advirtió que tenía 15% de batería, después de haber iniciado el día al 100%. Ahí fue cuando como un balde de agua fría, ese pequeño pitido se metió en mi mente como una enorme campanada de 8 horas perdidas, mirando y deleitándome con caídas, imitaciones, chistes y hasta uno que otro baile exótico que no me dejaron absolutamente nada. En ese momento, aclaro que la situación no me impactó más que como una fea resaca de esas que te hacen sentir mal, pero nada más, lo peor vino después. Ese día decidí que iba a hacer algo diferente, que no iba a dejarme llevar por ese mundo virtual y que iba a aprovechar mi tiempo en algo más. Pobre pequeñuelo, como si salir de un vicio fuera nada más decirlo.

En los días venideros, fue cuando me di cuenta de en que me había metido. Pasaba el día obligándome a no tomar en mis manos ese objeto de 8x16 que yacía en mi escritorio y ahí fue cuando entendí el problema. Una notificación que llegara y lo tomaba entre mis dedos, revisaba que cierto amigo subió una foto nueva y me iba directo a observar esa foto, perdiendo hasta 15 minutos de mi tiempo, que se transformaron en muchos más mirando anuncios y hasta videos, cuando había decidido desintoxicarme de esto. Solo cuando caía en cuenta y me obligaba de nuevo a dejar mi teléfono en el escritorio y seguir con lo que estaba haciendo, lograba continuar con mi día a día. Pero esto no sucedió una o dos veces, presta atención mi querido lector, ¿cuántas notificaciones te llegan durante el día?, esa cantidad de veces al día tuve que luchar y abrirme paso entre historias destacadas, los últimos anuncios de los videojuegos del momento y cada vez más distracciones tontas. Al punto que la única solución que encontré, fue eliminar las notificaciones de toda aplicación de mi celular, y cuando digo todo, es todo.

Entre mi lucha diaria con la cajita negra (porque ahora en su mayoría pasaba apagado) me di cuenta tiempo después de algo fundamental en nuestras vidas. Pasaba muy aburrido. Miraba al techo, me ponía de pie, hacía una que otra cosa y mi mano me picaba por seguir deleitándome con distracciones virtuales. Fue entonces cuando esa idea de como perder mi tiempo (sin perderlo) se metió dentro de mí. Voy a escribir un libro, me dije, e inmediatamente me puse manos a la obra.

Ya tenía una idea tonta, que con los meses y la cantidad de horas (que se suman en cientos), logré transformar en uno de los más grandes logros de mi vida, hasta el momento.

Así es, durante años cuando fui niño, pasaba perdido en aburrimiento, unos 3 canales de televisión, con quizás una o dos series que me interesaban, pero de las que solo daban un capítulo de media hora (donde 10 minutos eran anuncio publicitarios) y listo, hasta el día siguiente ¿crees que hoy puedas ver tu serie favorita de Netflix solo mirando un capítulo al día?. Tampoco tenía consola de videojuegos, desde luego no había teléfono celular; entonces era ahí donde el aburrimiento hacía de las suyas y con él venía eso que ha marcado mi vida, la creación, la imaginación, la toma de acción. ¿Estaba aburrido en mi casa?, entonces inventaba algún juego tonto con mis hermanos; ¿estaba aburrido de estar en la casa con juegos tontos?, entonces salía a buscar a algún otro niño del barrio igual de aburrido, para comenzar mis primeros pasos en socialización; ¿era un joven aburrido en un día de lluvia donde no puedes salir?, entonces tomé la guitarra de mi papá y le pedí que me enseñara mis primeros acordes, con los que años después entretenía a mi grupo de amigos en fiestas caseras. He ahí el secreto de mi motivación, hay que aprender a aburrirse.

No tengo voz ni voto con respecto a la crianza de los niños o jóvenes, ya que yo mismo decidí nunca darme esa responsabilidad, pero si tuviese que dar un consejo o si tuviese que criar a una criatura, le enseñaría a aburrirse, a no darle satisfacción inmediata a su yo interno, para que se vea en la necesidad de inventar, porque al final de cuentas, esas invenciones no son solo vagabunderías o formas de pasar el rato, son remedios contra la ansiedad y la “zombificación” de la que algunos padecemos.

Para finalizar, tal vez

Ahí es donde viene el trampolín. Aprende a usar ese aparato increíble con el cual hoy en día vivimos, para tu propio bien. Cuando estaba en proceso de redacción de mi libro Siete Sombras, muchas veces tuve que tomar ese smartphone y preguntarle, ¿cuáles eran los revolver más famosos?, mirar una foto y tratar de describirlo, o buscar en Google Maps las calles madrileñas por las que mis personajes iban caminando y describir esa sensación que me generaba estar ahí a tan solo un clic de distancia. Con respecto a las redes sociales, claro que las utilizo, son un increíble medio publicitario para llegar a más y más personas,

La tecnología que tenemos hoy en la palma de la mano, sin duda alguna me ha abierto muchas puertas, por las cuales he descubierto un mundo maravilloso y he logrado hacer cosas increíbles, pero está en nuestras manos también no solo enseñarles a las futuras generaciones a no depender de un aparato electrónico, aprender nosotros mismos que hay un mundo real, con personas fascinantes que tal vez hoy no conociste por estar pegado a esa pantalla. Aprende a lidiar con tus emociones y tu aburrimiento y solo ahí podrás decidir con criterio propio, si quieres que este aparato donde estás leyendo este artículo sea, una trampa o un trampolín.

¿Te imaginas hoy en día esperando dos o tres minutos, para ver un video de 30 segundos?, ¿no?, ¿te parece desesperante? Precisamente ahí es donde quiero llegar.

Fue ahí donde entendí eso tan importante con lo que algunos de nuestra edad crecimos, que no tienen los jóvenes de hoy en día, la cualidad de aburrirse.

se preguntarán si no tengo celular, o el porqué de mi hipocresía con las redes sociales, teniendo algunas y subiendo contenido.

pero después de que yo las utilizo, les evito utilizarme a mí para satisfacer su algoritmo.

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